A partir de hoy ...

Aunque mi dedicatoria sea para Jesús decidí no incluir ninguna foto ya que Jesús para mí es espiritual, totalmente abstracto que no se puede ver solo sentir y que cuando lo sientes sabes que es sublime, sobrenatural, sagrado, único e indescriptible porque aun no se han inventado palabras para alcanzar a definirlo, solo sabes que quieres entregarle tu vida y que nunca mas salga de ella, que es tu supervitamina para el alma y para el cuerpo. Han pasado trece años desde que tuve mi primer encuentro con Jesús y lo recuerdo como si fuera ayer, cambiaron mis gustos, cambio mi perspectiva de la vida, desahogo mi corazón afligido y empezó a escribirse una etapa nueva en la historia de mi vida. En estos años he pasado cosas muy difíciles que si no hubiese incluido a Jesús en mis planes nunca las habría superado y heme aquí como un soldado listo para la guerra porque todo lo puedo en Cristo Jesús que me fortalece.





martes, 25 de octubre de 2011

Cuando el amor ciega


image
Este año conocí a una niña diferente a todos los pequeños de la escuela. En su casa el comportamiento de María es normal, corre, salta juega, ríe, grita como todo los niños de su edad. Así la conocí, después me enteré cómo es su comportamiento en la escuela.
María va a la escuela todos los días acompañada de su mamá, desde el momento que atraviesa la puerta de entrada de la institución educativa, ella se convierte en una estatua, no habla, no se mueve, permanece inerte por horas, con la mirada fija en la nada. Por consiguiente, no actúa en clases ni presenta los deberes, aunque los tenga en su mochila.
Este es un caso insólito de una niña normal, pero en la escuela se comporta como una niña especial (síndrome de Down). Sí para un niño de siete años es difícil permanecer sentado y callado durante cinco minutos. Imaginemos si alguno puede permanecer como una estatua durante cinco horas aproximadas que dura la jornada escolar.
María vino de otra de escuela, en la que permaneció mes y medio con la misma actitud. La profesora decía que no conocía su voz. En su nueva escuela, al principio, los compañeritos la rodeaban para conocerla, hacerle preguntas y la abrazaban, poco a poco se cansaron ya que María nunca cambió de actitud pasaron los meses y continuó así, inerte, rígida. Ahora con la curiosidad propia de los pequeños, a veces, se le acercan y la hincan con sus lápices para saber si se mueve, es decir, si tiene vida.
Tuve la oportunidad de conocer el entorno familiar de María. La niña tiene todo lo material que un niño pudiera desear. Además, una madre que sólo la disculpa y le consiente todos sus caprichos. María tiene una percepción equivocada de la realidad, no discierne entre lo bueno y lo malo, el mundo que hasta ahora ha conocido sólo gira en torna suyo y es un mundo fácil. Ir a la escuela y aprender a leer y escribir es algo que requiere esfuerzo y eso sencillamente no es para ella. No le gusta estudiar. Escribe un par de líneas y llora, porque, según ella le duele la mano. Es tan grande su felicidad cuando no debe estudiar.
Sus padres contratan los servicios de una maestra particular para que enseñe a María las tareas, pero es inútil, no colabora, a sus siete años no sabe leer ni escribir. Un día al enseñarle a usar la computadora, empezó a decir que le dolía el estómago, la maestra se lo comunicó a la madre, quien no le hizo caso y le dijo que deje sus teatros de siempre, sólo le pidió a la empleada doméstica que le preparase un té. Después la mamá salió de casa a comprar, entonces, María siguió jugando sin el menor dolor e interés en aprender alguna cosa, pero cuando escuchó la cerradura de la puerta que se abría, era su mamá quien regresaba y se disponía a entrar a casa, repentinamente, la niña se tiró en la cama a retorcerse de dolor y gritar que le dolía el estómago. Este es el teatro que hace María casi todo los días para no ir a la escuela. Por consiguiente falta mucho a clases.
A pesar de su comportamiento en la escuela y en el hogar, ya que es muy desobediente, manipuladora y mentirosa. La mamá la lleva casi todos los días al centro comercial para comprarle regalos. Acostumbra buscar culpables por la actitud de la niña, las víctimas más próximas son las maestras de la escuela, quienes le recomendaron buscar un psicólogo. La llevó a la consulta, obviamente, el psicólogo le dijo todo lo que merecía escuchar. Por supuesto, ya no desea regresar, siempre se aleja de las personas que le dicen que ella es la única culpable por la actitud de su hija.
El gran problema de María no es no saber leer ni escribir sino el excesivo amor que su mamá siente por ella. En la escuela sus movimientos son lentos y esa gran dependencia de su madre, propia de los niños especiales. En casa, aunque su comportamiento es normal, le hacen absolutamente todo, a su edad todavía no controla los esfínteres o se baña sola. En pocos meses el año lectivo se va a terminar y María no se cansó de permanecer callada durante toda la jornada escolar.
Esta sólo es una historia de las tantas que he conocido de padres sobreprotectores, las consecuencias de la educación equivocada que dan a sus hijos durante la infancia y niñez se vuelven graves y dolorosas durante la adolescencia.
Padres sobreprotectores
clip_image002La sobreprotección es un estilo de paternidad que tiene como característica principal el exceso de cuidados o protección hacia los hijos; los padres deben brindarles seguridad y protección para que los niños crezcan sanos y seguros, tanto física como mentalmente, sin embargo, otorgarlo en exceso es enfermizo o patológico, sobre todo por los daños psicológicos que ocasiona.
No hay que obsesionarse con el niño; enseñarle las cosas que no sabe y no hacerlas por ellos, aunque lo hagan mal o tarden mucho tiempo; evitar el miedo asfixiante hacia los hijos, desgraciadamente lo que les tenga que suceder les sucederá; no imponerle los sueños de los padres no cumplidos de pequeños, ellos tienen sus propias ideas y hay que aceptarlas aunque no coincidan con las de sus padres; saber que el hijo es capaz de lo que se proponga, animarlo en sus intentos y no creer o tener miedo al fracaso; utilizar la comunicación como ejercicio diario, escucharlo, comprenderlo y ponerse en su lugar, aunque sus ideas o convicciones sorprendan o no se piense igual; alabar sus virtudes o logros y reconocer sus fallos; fomentar su independencia hasta lograr su autonomía; animarlos a demostrar sus sentimientos, sean de alegría o tristeza; interesarse en la vida del hijo, pero no querer controlarla.
Los padres deben seguir tres reglas básicas: dar amor, poner límites y dejar ser a sus hijos. Hay una clase de padres que han olvidado permitir que sus hijos sean ellos mismos. Son aquellos que están constantemente en guardia para proteger a sus hijos de cada golpe, peleando sus batallas, negociando con sus amigos, preocupándose demás por sus calificaciones. Son los que siempre van más allá para proteger a sus hijos y sus intereses.
Ahora, eso es una buena cosa, ¿no? No. Estos padres que están todo el tiempo tratando de proteger a sus niños de situaciones adversas, en cierto modo socavan la confianza de sus hijos. Los errores siguen siendo los más grandes maestros y si no se les permite experimentar y errar, se ven privados de la oportunidad de aprender.
Los niños con padres posesivos o padres demasiado críticos reducen la confianza en ellos mismos y la autoestima. Son niños que luego pueden tener problemas en la toma de decisiones o pueden tener dificultades en el relacionamiento con los demás. Crecerán hasta convertirse en adultos incapaces de responsabilizarse por sus acciones. En personas que pueden ser muy ansiosas o confundirse o deprimirse con facilidad. También pueden resultar demasiado sensibles a la crítica.
El padre sobreprotector está convencido de que su hijo no tiene las fortalezas necesarias para enfrentar la vida, así que se dedica a abrirle paso y resolverle los problemas. Un padre sobreprotector no tolera la frustración en su hijo, por ejemplo: si el hijo no termina su tarea por la razón que sea, lo disculpará ante la maestra inventando excusas, este padre no permitirá que su hijo experimente el llamado de atención.
Los padres sobreprotectores no establecen reglas ni límites a los hijos, y cuando se animan a poner alguna regla no aplican sanciones por el incumplimiento, no se animan a corregir la mala actuación del hijo, se enfocan en corregir los daños ocasionados por la mala conducta (no a la persona), se anticipan a las necesidades y deseos (expresados o no) en sus hijos, es típico en ellos comprarles algo aunque no se los hayan pedido, ya sea porque se quedó sólo, porque se quedó llorando, o simplemente porque sus amiguitos ya lo tienen y él no; este tipo de padres resuelven los conflictos en los que su hijo se ve involucrado, y que éste pudiera atender, por ejemplo es capaz de acercarse a dialogar con el niño que está molestando a su pequeñín.
Esta generación es una generación mimada. Los padres se esfuerzan por correr a hacer todo lo posible para consentir todos los caprichos y fantasías de los niños. Sirviéndoles todo en bandeja sin darse cuenta que les estan pintando un mundo simplificado y color de rosa que luego no encontraran en la realidad.
No existe un manual para criar a los hijos, pero está claro que el amor es la premisa que guía a los padres. No obstante, en nombre de ese enorme afecto, muchos progenitores creen, erróneamente, que la mejor fórmula es sobreprotegerlos, llegando incluso a vivir parte de la vida de sus hijos con tal de resguardarlos de las dificultades que deben afrontar.
La línea entre el cuidado y la sobreprotección puede ser fácilmente flanqueada por un padre temeroso o una madre ansiosa. Es así que muchos niños, que ya han salido de la educación parvularia son vestidos por sus padres, y otros chicos, que ya están a punto de entrar a la adolescencia, continúan siendo bañados por ellos.
Existen muchos ejemplos similares que parecen asombrosos, pero que a ojos de algunos padres corresponden a la rutina que todo progenitor debiera efectuar con su hijo. La conducta de estos adultos puede responder a muchos factores, dependiendo del caso.
¿Por qué sobreprotegen a sus hijos?
Los padres dan amor a sus hijos porque es lo que sienten, pero existen otras muchas razones de dar, ayudar y obsesionarse por los hijos:
- Dar para apoyar la propia autoestima: una persona que nunca se siente bien consigo mismo intenta compensarse demostrando que puede ser un buen padre o una buena madre.
- Dar para compensar con creces la privación anterior: una frase muy común en los padres es "no quiero que mi hijo sufra todo lo que yo he sufrido".
- Dar para aliviar la culpa y la incomodidad: a veces las frustraciones del niño llevan a los padres a revivir sus propios fracasos y dolores y esto hace que se sientan incómodos y hacen que el niño se ahorre esas frustraciones haciendo por él lo que ellos podrían haber hecho.
- Dar para llenar el vacío interior. Muchas veces, matrimonios que fracasan se vuelcan en sus hijos para darles todo lo que a ellos les falta o les ha faltado en su infancia.
- Dar para compensar la ausencia del otro padre. Uno de los padres puede ser alcohólico, egoísta, estar enfermo, ser indiferente o tratar mal al niño; de esta forma, el otro se siente culpable y teme que el niño crezca con problemas emocionales si esta falta no es compensada, sin aliviar de todas formas la falta del otro padre.
- Dar para compensar la propia ausencia. Los padres están muy preocupados por su trabajo y están muy poco tiempo en casa; para compensar su ausencia les colman de regalos y les consienten en exceso.
- Dar a cambio del comportamiento del niño. Cada vez que el niño tiene una pataleta, para tranquilizarlos y no escucharlos le consiente lo que quiere. Así el niño aprende a cambiar su comportamiento a cambio de soborno y aprende a manipular a sus padres; cada vez las pataletas serán más grandes para conseguir más.
¿Cuáles son las consecuencias en los hijos?
Son varias y algunas lamentables. Los hijos crecen teniendo problemas para relacionarse con todos; estos niños tienen muchos problemas para reconocer figuras de autoridad empezando con sus padres y pasando por maestros, director de la escuela, y todo aquel que pretenda dirigirlos; se vuelven egocéntricos en extremo y pretenden que todo mundo esté al pendiente de suplir sus necesidades; son muy dependientes de sus padres quienes no importando la edad le siguen supliendo cuanta necesidad creen que tienen; y lo más lamentable es que los hijos sobreprotegidos se vuelven agresivos con sus padres, si con aquellos que han dado la vida porque no les pase nada; entonces los humillan, maltratan, golpean, abandonan, se burlan de ellos, y hasta les roban, etc. Imaginemos como serán con los demás.
En vez de colaborar con el aprendizaje, la sobreprotección puede entorpecerlo, formando niños inseguros y dependientes, que más tarde afrontarán problemas en el trabajo y en la relación de pareja, o sea, lo más grave de la sobreprotección es que, en vez de cumplir con el objetivo de entregar un mejor cuidado a los niños, termina por entorpecer su desarrollo y obstaculizar su paso hacia a la adultez, a través de la experiencia.
Los niños sobreprotegidos no saben tomar decisiones, son perdedores, porque no saben afrontar la competencia y son inseguros porque esperan afuera la misma protección que recibieron de sus padres. Por eso, no es de extrañar que un niño que fue sobreprotegido se convierta en un adulto incapaz de tomar determinaciones y se haga dependiente de su pareja, sus amigos o sus colegas.
El niño puede volverse muy pasivo y frustrado. También se pone en riesgo su autoestima. La protección excesiva puede generar niños excesivamente tímidos. Suelen carecer de confianza en sí mismos ya que nunca se les dio la oportunidad de enfrentarse con el mundo por su cuenta o interactuar con los demás o desarrollar sus habilidades de comunicación. Mientras algunos niños nacen tímidos, otros pueden llegar a ser tímidos, por la sobreprotección de los padres
Los padres que están siempre a la defensiva inculcan miedo al fracaso. Como estos niños siempre están siendo vigilados, no tienen la experiencia suficiente para perseverar cuando están parados sobre sus propios pies. Cuando se enfrentan con dificultades o en un nuevo entorno, son más propensos a fallar debido a sus temores. En el peor de los casos pueden de mayores caer en el consumo de drogas o alcohol.
Consejos para padres sobreprotectores
  • Desde muy pequeños a los niños se les enseña el respeto y autoridad de sus padres. Las amenazas deben ser cumplidas ya que así, se fomenta la obediencia en los niños. Un padre debe ser firme en sus decisiones.
  • Desde pequeño hay que acostumbrar al niño a que coma y se vista solo, aprenda su nombre y dirección y a realizar algunas tareas en el hogar. Plantéele metas a corto plazo y que sean diarias y concretas, como dejar la ropa doblada antes de acostarse o ayudar a poner la mesa.
  • Otro tema es enseñarle a no quejarse de todo y exigirle que acabe con todo lo que empieza y no acceder a realizar tareas sea de la casa o de la escuela por él.
  • A veces, para evitar malos tragos, los padres tratamos de evitarles a nuestros hijos dificultades y los conducimos a una vida cómoda, sin exigencias. Y lo que debemos entender es que más que evitar sufrimientos, lo que sí corresponde es que los acompañemos a superar dificultades, sólo eso.
  • Hay que darle espacio para que el niño sienta necesidades. Un niño tiene que estar preparado para su vida futura, ser capaz de adaptarse en sociedad en este complejo mundo.
  • Consciente de la importancia de favorecer el desarrollo de la inteligencia emocional, los padres deben dar libertad a los niños para que éstos compartan con sus pares, porque muchas veces los niños aprenden más con los pares que con los mayores.
  • Deje salir a su niño a actividades de recreación. La sobreprotección de los padres plantea respuestas negativas en el niño: Los padres demasiado estrictos suelen limitar las actividades del niño o mantienen al niño encerrado en casa por temor.
  • Anime a su niño a probar algo nuevo. Puede observarlo, pero no detenerlo. Cuando sienta que su hijo está haciendo algo peligroso, lo mejor es darle una advertencia. Explicarle las repercusiones de lo que está haciendo y cómo le afectará. Esto va a poner al niño en guardia y evitará que se lastime, por ejemplo.
  • Hable desde el corazón con su hijo, explicándole cuáles son sus temores, le sorprenderá lo comprensivo que el niño puede resultar, y por lo general una vez que sabe a qué usted le teme se mantendrá alejado del peligro.
  • Ayúdelo a identificar el bien del mal, esto le ayudará tomar decisiones maduras y sabias desde muy temprana edad por sí mismo.
  • Cuando le niega el permiso para hacer alguna actividad o ir a algún lugar en particular, explíquele las razones por las cuales lo hace. La falta de esta explicación puede hacer que el niño malinterprete sus intenciones. Justificando sus acciones le ayudará a su niño a entender la verdad detrás de cada prohibición.
  • Cuando el padre se reconoce sobreprotector, debe encauzar al niño hacia un proceso de individualización progresivo, donde pueda ir definiendo lo que le gusta y lo que le cuesta, dejando espacio a la manifestación de sus emociones.
  • Recuerde que los padres sobreprotectores pueden estropear el proceso normal de desarrollo. Quitar todo sufrimiento y dolor de su camino, realizar comentarios llenos de compasión en presencia del niño o tratarlo como si fuera siempre muy chico no lo ayudará a crecer. Lo más probable es que lo convierta en un ser siempre dependiente.
  • Estimado amigo lector, no cometa el error de creer que entre más les da, más los quiere. Desde muy pequeños se le enseña a dar valor a las cosas.
  • Si ha identificado en su forma de ser, algún rasgo de conducta sobreprotectora, renuncie a ella de inmediato, si no puede usted solo, busque ayuda profesional.
  • Hay muchos padres que se dan cuenta a tiempo de que están siendo excesivamente protectores y quieren saber cómo se puede superar este problema. El sólo hecho de darse cuenta puede hacer una gran diferencia. Esto ayudará a cambiar la perspectiva hacia las actividades del niño.
La Biblia nos habla acerca de la educación de padres a hijos, es decir, desde que Dios creó al mundo ya nos enseñó sobre normas de conducta, a honrar padre y  madre.  Cada día estos valores se están perdiendo, he escuchado varios casos de hijos que cuando crecen golpean a sus padres, los malos tratos, la falta de respeto y reconocimiento de autoridad, durante la adolescencia se vuelven incontrolables. Por regla general, esto pasa cuando los padres no supieron controlar a los hijos desde niños o simplemente los sobreprotegieron. En proverbios encontramos muchos pasajes sobre cómo educar a los hijos . “Castiga a tu hijo en tanto que hay esperanza; mas no se apresure tu alma para destruirlo. Proverbios” 19:18.

No hay comentarios:

Publicar un comentario